“Ping pong para todos!”

Por Nora Díaz, Especialista de Comunicaciones

Un día de enero de 2016, cuando una mesa de ping pong llegó al Centro de Desarrollo Infantil de Compassion (CDI) ES-951 Hechos Infantiles, los niños estuvieron increíblemente sorprendidos y emocionados al verla entrar en el portón principal. Sus ojos brillaban porque no podían esperar a tenerla armada para empezar a jugar en ella.

El ping pong, también conocido como tenis de mesa, es uno de los muchos deportes federados de El Salvador que no son accesibles para los niños en pobreza debido a los recursos necesarios, el equipo y el apoyo. Sin embargo, estos obstáculos no impidieron que en la Iglesia Josué de las Asambleas de Dios de Gotera ofreciera esta oportunidad a sus beneficiarios del Programa de Desarrollo por medio de Patrocinio (CDSP).

«En este año que llevamos funcionando como proyecto, hemos visto el gran talento en cada niño», dijo la Directora del Proyecto, Lorena de Pacheco. «Estaba hablando con nuestro pastor, Misael Sáenz, y concordamos que estos niños son capaces de enfrentar cualquier desafío, así que decidimos que era el momento adecuado para comenzar un taller dinámico como el ping pong».

Hubo un ambiente de emoción cuando surgió la pregunta «¿Quién quiere unirse al taller de ping pong?». Todos los niños querían unirse, pero al final se formaron dos grupos por edad: uno de 6 a 8 años y el segundo de 9 a 11 años. El entrenador de ping pong, Juan García, notó algo particular en los primeros meses de entrenamiento.

«Había dos chicas que fueron sobresalientes en su juego», dijo, «Karla Flores y Cristina Cruz del grupo de 9 a 11 años».

Todos los niños en el taller de ping pong son consistentes durante su entrenamiento, y algunos de ellos disfrutan extendiendo su práctica de una hora, especialmente Karla, de 10 años, y Cristina, de 9 años, que juegan hasta dos horas seguidas en cada sesión de entrenamiento.

«La divertida personalidad e hiperactividad de Karla complementa perfectamente la perseverancia de Cristina cuando juegan», dijo Juan. «Como el juego exige mucha práctica para aprender a reaccionar rápidamente, es notable lo rápido que están aprendiendo las técnicas».

Para el rango de edad de 9 a 11 años, hay una oportunidad para que los estudiantes compitan en campeonatos locales.

«Cuando Karla y Cristina fueron a competir en el campeonato de nuestro municipio en Morazán en marzo, ¡regresaron con medallas! Karla obtuvo el tercer lugar y Cristina obtuvo el cuarto lugar», dijo Juan García, orgulloso de las pequeñas aprendices.
«Creo que el ping pong es un deporte divertido», dijo Cristina entre sonrisas. «Cuando sigo jugando, aprendo más.»

En cuanto a Karla, jugar al ping pong era uno de sus sueños,

«Vi a una amiga jugando al ping pong una vez, y esperaba que algún día pudiera jugar ese deporte también», dijo.

Haciendo la diferencia

Después de su primer torneo, Karla y Cristina están listas para el siguiente desafío, ya que competirán en los juegos interdepartamentales de San Salvador que estaban programados para mayo de 2016 pero han sido reprogramados hasta nuevo aviso. Sin embargo, ambas saben que si ganan, una o ambas podrían ir a Belice.

«Mientras tanto, Karla y Cristina se están enfocando en entrenar, sin perder sus sesiones de práctica de ping pong, y estamos ahí apoyándolas», dijo Lorena. «Pronto les daremos una toalla, una botella de agua gravada y una camiseta con sus nombres y el nombre del Centro de Desarrollo Integral para animarlas aún más».

Karla y Cristina no ven obstáculos mientras aprenden y tienen fe en su juventud de que Jesús está apoyando sus sueños. Lorena de Pacheco explicó la bendición para los niños en pobreza de tener una oportunidad como ésta.

«Cristina proviene de una familia con escasos recursos», dijo Lorena. «Su mamá vende ropa en las calles, y su papá es albañil con un trabajo inestable. Hacen tan pocos ingresos que no pueden tener su propia casa, así que viven con la tía de Cristina, que les ha ofrecido una habitación para quedarse. Karla también tiene una situación financiera similar, porque la mamá de Karla trabaja como maestra, pero es madre soltera de tres hijos y su mamá también vive con ellos. Es difícil tener una familia de cinco, ya que está ganando menos de $200 mensuales. Por lo tanto, para Karla y Cristina, intercambiar cartas con sus patrocinadores, recibir regalos de ellos, ser parte del taller de ping pong y obtener una comida completa en el día, entre muchos otros beneficios, realmente hacen una diferencia en sus vidas».

Para estas dos jóvenes competidoras en ping pong, esto es sólo el comienzo. Su perseverancia no sólo los hará ganadoras, sino que también lograrán mucho más. Karla, por ejemplo, tiene una visión muy clara de lo que quiere para su futuro.

«Quiero ayudar a la gente y prestarles atención», dijo ella. «Hay mucha gente que no tiene nada, y quiero estar ahí para ellos. Cuando crezca, quiero ser enfermera y contarles a mis pacientes acerca de Jesús. »

Y una muy decidida Cristina está lista para cualquier desafío también.

«Quiero ser una jugadora profesional de tenis de mesa. Animo a todos los niños a ponerse metas y trabajar duro para alcanzarlas», expresó.

Ni Karla ni Cristina jamás escucharán lo que la pobreza les dice que no pueden hacer; en cambio esperan su torneo interdepartamental, con la esperanza de representar a El Salvador en Belice. Su fe seguirá creciendo fuerte a medida que se embarcan en un futuro donde seguirán brillando y serán liberadas de la pobreza en el nombre de Jesús.