“Vientos que llevan bendiciones”
Por Nora Díaz, Especialista de Comunicaciones
El tiempo parecía acabarse, y Jennifer casi no podía respirar; su mamá la llevó al hospital. Cuando llegaron a la sala de emergencias, los médicos comenzaron el proceso de limpieza de flema en sus pequeños pulmones.
«La única manera de hacerlo rápidamente era a través de su boca con un tubo. Ella estaba tan asustada y yo también, porque era muy pequeña», dijo María Portillo, madre de Jennifer, quien vivía con ansiedad cada crisis de bronquitis, mientras presenciaba a los médicos que aspiraban la flema de los pulmones de su hija.
«María nos dijo que desde el momento en que sus hijos fueron inscritos en el proyecto [de Compassion] Jennifer tenía problemas con sus bronquios, por lo que controlaron su salud de cerca a través de los chequeos médicos. Aquí en Comasagua, es común tener resfriados por la humedad y el clima frío, pero aparentemente había algo más que estaba afectando a Jennifer», dijo Guadalupe Inocente, Directora del proyecto donde Jennifer y su hermano Carlos asisten. «Cuando a Jennifer y Carlos se les visitaba, estaban en la casa de su tía porque su mamá solía estar trabajando. Pero la casa de su tía se encuentra sobre el río y más cerca de la carretera, así que una vez cuando su mamá estaba en casa, tuvimos la oportunidad recorrer el camino hasta su casa al lado del río sólo para encontrar que su casa de bahareque estaba en condiciones muy vulnerables».
Como madre soltera, María Portillo no podía proveer mantenimiento a la casa donde vivía con sus dos hijos.
«Trabajo tres veces a la semana lavando ropa para vecinos, ganando $15 al día. Desde que el padre de mis hijos nos dejó, las cosas han sido muy difíciles, no sólo emocionalmente sino también financieramente «, mencionó María.
Guadalupe Inocente encontró que la familia Portillo vivía en una casa de bahareque y bambú, pero las paredes de bahareque se desmoronaban, permitiendo que la luz del sol entrara durante el día, mientras que el techo perforado y oxidado dejaba entrar la lluvia por la noche. El suelo también capturaba la humedad del río. Además del frío, todos estos elementos estaban causando los problemas de Jennifer en sus bronquios.
«En el proyecto, estábamos gestionando una manera de ayudar a esta familia porque estaban viviendo duros momentos en esa casa sin energía eléctrica. Estábamos realmente conmovidos por lo que pasaban, y rompió nuestros corazones solo el hecho de pensar incluso que durante mucho tiempo podrían haber estado en medio de una tormenta, temblando en la oscuridad con el agua entrando mientras trataban de dormir por la noche,” lamentaba Guadalupe.
Sin el conocimiento de María, la ayuda estaba en negociación. Entonces lo impensable ocurrió, cuando de repente vientos fuertes llegaron a Comasagua, y la casa de los Portillo sucumbió.
«Durante tres días los vientos fuertes y fríos golpearon nuestra casa una y otra vez, hasta que el techo fue arrancado. Perdimos papeles y cosas que el viento sopló, así que le pregunté a Dios, ‘¿Por qué nosotros? ¿Por qué? «, recuerda María.
«María es una madre muy inteligente. Ella anticipó que en algún momento iba a necesitar un nuevo techo, así que ya se había ido al municipio de Comasagua para explicar su situación. Desafortunadamente, el municipio no hizo nada. Así que, cuando vinieron los fuertes vientos, como proyecto estábamos listos para ayudarla a través de una Intervención Complementaria (CIV) y esta familia tuvo mucho más que un techo», dijo Guadalupe.
Lluvia de bendiciones
Luego que la familia Portillo recibió los materiales para empezar a construir su nueva casa, muchas otras bendiciones como sorpresa también llegaron. También recibieron una estufa de gas, un juego de comedor, una cómoda, una cama para María y un camarote para Jennifer y Carlos.
«Nos gusta mucho nuestro camarote y nos turnamos de vez en cuando para dormir en la cama superior «, dijo Jennifer mientras reía con Carlos.
Su nueva casa creó un nuevo ambiente familiar que reemplazó la angustia con sonrisas y amor.
«Nuestra vieja casa tenía lodo por todas partes porque el techo tenía muchos agujeros y la lluvia solía entrar. Ahora, tenemos un techo seguro; nuestra casa tiene una puerta principal y una ventana. Es muy bonita», dijo Carlos.
«Nuestra vida cambió completamente con los fuertes vientos en 2013. Han pasado tres años desde que sucedió, y todavía me sorprende donde estamos hoy», dice María con lágrimas. «Le pedí perdón a Dios porque cuestioné sus decisiones, su voluntad, pero sus caminos son más altos que los nuestros, y ahora lo entiendo».
Hoy, Jennifer, de 9 años, y Carlos, de 11 años, se sienten felices y seguros en su nueva casa, aunque siempre mantendrán recuerdos únicos de hace tres años.
«La casa anterior tenía fugas y solíamos dormir en una cama hecha de cuerda, pero ahora tenemos colchones y no nos mojamos», dijo Jennifer con entusiasmo.
«Y ahora las serpientes del río no pueden entrar en nuestra casa», dijo Carlos entre risas. «Hubo una vez cuando una serpiente venenosa del río entró a través de las grietas de bahareque. Estaba escondida cerca del horno de leña, tal vez buscando el calor. Estábamos asustados y mi madre trató de espantarla con fuego, pero al final se enterró en el suelo dentro de nuestra casa y nunca volvimos a verla».
Durante este tiempo han habido otras mejoras notables también.
«Una bendición enorme acerca de nuestra nueva casa es que ahora tenemos un piso de concreto. Esto ha beneficiado increíblemente a la salud de Jennifer. Ya no está enferma; también solía ser realmente delgada, ¡pero ahora se siente muy bien y nunca más ha tenido bronquitis! -exclamó María con alegría-. «La ayuda que conseguimos a través de Compassion fue increíble. Estamos agradecidos también por la patrocinador de Jennifer quien nos envió un regalo familiar, y con eso ahora tenemos servicio eléctrico en nuestra casa «.
El patrocinador de Jennifer lleva su mismo nombre, y se escriben con frecuencia.
«Mi patrocinadora, Jennifer, me vio en una foto y me dijo que tenía ojos hermosos. Ella es muy especial para mí «, dijo Jennifer mientras mostraba algunas de las cartas que recibió de ella.
«María y sus hijos, Jennifer y Carlos, han aprendido de primera mano que Dios es fiel. Ahora que Jennifer está curada, su personalidad ha florecido. Ella no es la niña delgadita, pasiva y tímida que solía ser; ella es increíblemente feliz, y se lleva muy bien con su hermano, soñando juntos para ser profesionales un día», expresa Guadalupe, añadiendo que Jennifer quiere ser pediatra y Carlos quiere ser un chef profesional.
La felicidad y el agradecimiento se desbordan en la familia Portillo, ya que realmente creen que van a superar cualquier cosa que venga pues Dios esta con ellos, Él es su proveedor así como Él ya proveyó un lugar seguro y acogedor que ahora pueden llamar su hogar, Él continuará proporcionando amor y esperanza.